Ceiba, Puerto Rico – 19 de septiembre de 2025 – El pasado 13 de septiembre, cazas Lockheed Martin F-35B del Cuerpo de Marines de Estados Unidos aterrizaron en el Aeropuerto José Aponte de la Torre, anteriormente la Estación Naval de Roosevelt Roads, en Ceiba, Puerto Rico. El envío de diez aviones de combate forma parte de la campaña del presidente Donald Trump contra los cárteles de drogas, con un enfoque particular en aumentar la presión sobre el presidente venezolano Nicolás Maduro, a quien Estados Unidos acusa de liderar una red de narcotráfico. Esta acción se produce mientras las tensiones entre Washington y Caracas se intensifican, con buques de guerra estadounidenses ya desplegados en el sur del Caribe.
Los F-35, pertenecientes al Escuadrón de Ataque 225, están, según el Departamento de Defensa de EE.UU., “listos para enfrentar a los cárteles”. Este despliegue marca un retorno significativo de actividad militar al extenso complejo de 3,500 hectáreas, que alguna vez fue una de las instalaciones navales más grandes del mundo. Establecida en 1943, Roosevelt Roads contaba con más de 160 kilómetros de carreteras pavimentadas, escuelas, hospitales y viviendas para el personal militar. Su pista de más de 3 kilómetros y su puerto de aguas profundas la convirtieron en un centro estratégico clave durante décadas hasta su cierre en 2004.
El cierre de la base generó reacciones encontradas: algunos celebraron el fin de la militarización en la isla, mientras que otros lamentaron la pérdida de la actividad económica que generaba. Desde entonces, los esfuerzos por transformar el sitio en un polo turístico y residencial no han prosperado. En 2014, la Autoridad para el Redesarrollo Local (LRA) elaboró un plan maestro para 1,375 hectáreas, con el objetivo de atraer proyectos como una marina ampliada y complejos hoteleros. En 2023, el gobierno de Puerto Rico creó un marco legal con incentivos para la rehabilitación, y en 2024 se lanzó una convocatoria internacional para el desarrollo de la marina, junto con una inversión de 79 millones de dólares en modernización eléctrica con fondos federales. A pesar de estas iniciativas, gran parte de la base ha permanecido sin uso productivo durante 21 años.
La llegada de los F-35 indica un resurgimiento temporal de las operaciones militares en el lugar, aunque no una reactivación permanente. Localmente, se ha comentado la frase “de vuelta al ruedo”. No es la primera vez que EE.UU. utiliza la base desde su cierre; en 2017, sirvió como punto de entrada para la ayuda humanitaria tras el huracán María.
El despliegue coincide con maniobras militares de Venezuela, que incluyen ejercicios en la isla La Orchila, a 690 kilómetros al sur de Puerto Rico, y un reforzamiento de su presencia en la frontera y aguas del Caribe. Tras una visita sorpresa del secretario de Defensa de EE.UU., Pete Hegseth, la gobernadora de Puerto Rico, Jenniffer González, expresó su apoyo al despliegue militar estadounidense, destacando el compromiso de su gobierno en la lucha contra el narcotráfico. Esta postura fue rechazada enérgicamente por Maduro, lo que ha avivado aún más las tensiones diplomáticas.
El envío de cazas avanzados a Puerto Rico resalta la creciente fricción geopolítica en el Caribe, mientras ambas naciones refuerzan sus posturas militares en una región marcada por disputas estratégicas y económicas.
Imágen cortesía: CNN