El gobierno de Estados Unidos intensificó las medidas de seguridad en la frontera con México mediante la instalación de alambradas de navajas en la parte superior del muro, la colocación de tanquetas militares y la pintura negra en las barras de metal para elevar su temperatura y dificultar su escalada.
Además, se construye un segundo muro en el área de Jerónimo–Santa Teresa, Nuevo México, lo que, de acuerdo con activistas y organizaciones religiosas, convierte a este tramo de la línea divisoria en un lugar “más hostil” para los migrantes.
Estas acciones se reforzaron tras la visita de la secretaria de Seguridad estadounidense, Kristi Noem, y han generado fuertes críticas en sectores humanitarios.
El párroco Javier Calvillo Salazar consideró que estas medidas representan un retroceso en materia de derechos humanos, mientras que el pastor Juan Fierro García advirtió que el endurecimiento de la política migratoria ha dejado a muchos migrantes sin refugio y en condiciones de mayor vulnerabilidad.