La capital ucraniana volvió a vivir una noche de terror tras un masivo ataque ruso que dejó al menos 13 muertos en Kiev y 2 más en Odesa. Las defensas antiaéreas trabajaron sin descanso para interceptar los 440 drones y 32 misiles lanzados, entre ellos hipersónicos Kinzhal y misiles de crucero, en uno de los asaltos más intensos desde el inicio de la guerra.
El ataque coincidió con la cumbre del G7 en Canadá, a la que asiste el presidente ucraniano Volodímir Zelenski. Sin embargo, sus planes de reunirse con su homólogo estadounidense, Donald Trump, quedaron frustrados luego de que este abandonara el encuentro anticipadamente para atender la crisis entre Irán e Israel.
“Estos ataques son puro terrorismo. El mundo debe responder como una sociedad civilizada”, reclamó Zelenski en redes sociales, exigiendo una reacción firme del bloque occidental.
El bombardeo dejó decenas de heridos, viviendas destruidas y negocios afectados. Mientras, los rescatistas continúan entre los escombros en busca de víctimas y sobrevivientes, en medio de columnas de humo y edificios colapsados en al menos ocho distritos de la capital.
Ucrania, sin nuevos paquetes de ayuda militar desde la llegada de Trump al poder, busca desesperadamente adquirir defensas aéreas que le permitan frenar ofensivas como la de anoche, que también golpeó las regiones de Zaporiyia, Cherníguiv, Zhitómir, Kirovograd y Mikoláyiv.
La escalada se da en un momento crítico para Kiev, que intenta evitar que los ataques rusos debiliten la imagen y la unidad del G7 frente a Moscú.