Ciudad de México, 22 de abril de 2025 – El Tratado de Aguas de 1944 entre México y Estados Unidos, firmado hace 81 años, sigue siendo un pilar fundamental para la distribución equitativa de las aguas de los ríos Bravo y Colorado, en medio de desafíos como la sequía extrema y el cambio climático. Este acuerdo, que tomó 95 años de disputas y negociaciones, garantiza un reparto justo de recursos hídricos transfronterizos, según destaca un análisis del investigador Jaime Collado, de la Facultad de Ingeniería de la UNAM.
El tratado, resultado de un consenso histórico tras tensiones iniciadas con el Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, regula las aguas del Río Bravo desde Texas hasta el Golfo de México y asegura a México una entrega anual de 1,850 millones de metros cúbicos del Río Colorado en condiciones normales. A su vez, México debe aportar a Estados Unidos 431.7 millones de metros cúbicos anuales del Río Bravo, sumando 2,158 millones en ciclos de cinco años, el actual de los cuales culmina en octubre de 2025.
Collado subraya que el tratado, aunque complejo en su redacción, incluye disposiciones para enfrentar sequías extraordinarias, permitiendo a México posponer entregas en caso de dificultades hidráulicas, con la obligación de compensarlas en el ciclo siguiente. “El tratado está fundamentado en cientos de documentos y normas técnicas que consideran la variabilidad hidrológica y planes de irrigación”, explica el investigador, destacando su adaptabilidad a retos ambientales.
A pesar de críticas por interpretaciones simplistas, el acuerdo ha demostrado precisión y beneficios mutuos, según Collado. Su diseño jurídico, negociado entre 1929 y 1943, incorpora márgenes de seguridad para evitar obligaciones incumplibles, lo que lo hace vigente y relevante frente al cambio climático. “Requirió 50 años acordarlo y no perderá vigencia salvo que sea reemplazado por otro tratado”, afirma.
La Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA) resalta que el tratado se construyó sobre acuerdos previos, como los de 1889 y 1906, que buscaban normar el uso de los ríos compartidos. En un contexto donde la sequía agrava la presión sobre el Río Bravo, especialmente en tramos como Ciudad Juárez-El Paso, el Tratado de 1944 se mantiene como un ejemplo de cooperación binacional, asegurando la sostenibilidad de un recurso vital para ambos países.
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