Christopher Shingler, un militar de 21 años asignado cerca de la frontera entre Texas y México como parte de la Guardia Nacional, experimentó síntomas como fiebre, problemas para comer y vómitos a principios de mayo. Inicialmente, los médicos que lo atendieron realizaron pruebas de detección de COVID-19 y le informaron que probablemente tenía una infección viral.
A medida que los síntomas persistían a principios de junio, Shingler decidió buscar atención médica en otro hospital, donde se le diagnosticó claramente malaria. Aunque es una enfermedad transmitida por mosquitos que afecta a más de 200 millones de personas en todo el mundo y causa cientos de miles de muertes, es poco común que alguien contraiga malaria en los Estados Unidos sin haber viajado recientemente al extranjero. Shingler es uno de los pocos casos reportados.
“Me despertaba muy temprano en la mañana y empezaba a temblar. Después me subía la fiebre y vomitaba”, relató Shingler. “Me esforzaba mucho por comer algo, aunque fuera muy poco, pero generalmente no lo no conseguía, o intentaba beber agua, pero tampoco podía”, dijo.
Después de recibir tratamiento en el hospital, Shingler ya se encuentra fuera de peligro y ha dejado de experimentar náuseas, aunque ha perdido alrededor de 11 libras (5 kilos) de peso durante el proceso de la enfermedad.
Durante la mayor parte de mayo, Shingler estuvo destacado en el río Grande, cerca de Brownsville, principalmente trabajando durante la noche. El 20 de mayo fue la primera vez que se sintió mal.
Aunque no está seguro de cómo contrajo la malaria ni dónde pudo haber sido infectado, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) se han puesto en contacto con él mientras las autoridades investigan la fuente de contagio.