Decenas de migrantes detenidos en el recién inaugurado centro de detención Alligator Alcatraz, ubicado en pleno corazón de los Everglades, Florida, han denunciado condiciones infrahumanas dentro de las instalaciones, donde enfrentan calor extremo, comida en mal estado y escaso acceso a servicios básicos.
Testimonios de detenidos, familiares y abogados contradicen las afirmaciones oficiales de que el centro “cumple con todos los estándares requeridos”. Los migrantes aseguran que son obligados a permanecer en carpas improvisadas bajo temperaturas de hasta 40 grados, sin electricidad ni aire acondicionado cuando fallan los generadores, y con una grave escasez de agua y alimentos.
“Está rodeado de mosquitos, sin comida suficiente y sin acceso a abogados”, relató a medios estadounidenses la esposa de un migrante guatemalteco. Otros denunciaron baños desbordados, confiscación de biblias y la prohibición de orar en grupo.
Construido en apenas dos semanas sobre un antiguo aeródromo, el centro, bautizado por autoridades locales como ‘Alcatraz Caimán’, fue presentado como una “solución temporal”. Sin embargo, activistas y defensores de derechos humanos lo califican de inhumano y peligroso, dada su ubicación en una zona pantanosa propensa a huracanes.
El costo del complejo ya supera los 600 millones de dólares, según documentos filtrados, muy por encima del presupuesto inicial. La alcaldesa de Miami-Dade, Daniella Levine Cava, exigió acceso inmediato al lugar y la creación de un comité de supervisión para evaluar las condiciones de los migrantes.
Mientras las autoridades estatales niegan las acusaciones, organizaciones como World Relief y abogados de los detenidos advierten sobre violaciones graves a los derechos civiles y humanitarios en la instalación, que ya se ha convertido en el epicentro de una creciente polémica migratoria en Estados Unidos.
