En una decisión sin precedentes, la Administración de Donald Trump anunció este jueves la revocación inmediata del permiso para que la Universidad de Harvard admita nuevos estudiantes extranjeros, además de poner en riesgo el estatus migratorio de quienes ya cursan estudios en la institución bajo visas especiales.
La medida, que marca un escalamiento en la ofensiva del Gobierno estadounidense contra uno de los centros académicos más reconocidos del mundo, responde a acusaciones de vínculos con el Partido Comunista Chino y actividades consideradas “peligrosas” para la seguridad nacional.
La secretaria del Departamento de Seguridad Nacional, Kristi Noem, comunicó la suspensión mediante una carta oficial en la que responsabiliza a Harvard de facilitar “actividades coordinadas” con Beijing, incluyendo supuestos vínculos con grupos paramilitares relacionados con el genocidio uigur. Además, el Gobierno acusa a la universidad de promover violencia y antisemitismo dentro de su campus, argumentos que han justificado también la congelación de cientos de millones de dólares en fondos federales desde abril.
Este nuevo capítulo en la confrontación entre Harvard y la Casa Blanca se produce en medio de una creciente tensión por demandas ideológicas y solicitudes de información confidencial sobre estudiantes internacionales, muchos de los cuales han sido señalados como “agitadores” por su participación en protestas, particularmente de corte propalestino, durante el último año académico.
Con esta medida, Harvard enfrenta un futuro incierto, entre recortes presupuestarios y cuestionamientos legales, en una lucha que expone las profundas divisiones políticas que atraviesan la educación superior en Estados Unidos bajo el mandato de Trump.