En marzo, 40 migrantes provenientes de Centro y Sur América murieron a consecuencia del incendio que empezó como una protesta por las condiciones de alojamiento en un centro de Ciudad Juárez. Los sobrevivientes están en un limbo legal que les impide ayudar a sus familias, el objetivo que los impulsó viajar a EEUU.
A cuatro meses después de un incendio en un centro de detención de inmigrantes cerca de la frontera con Estados Unidos, ocho sobrevivientes gravemente quemados están atrapados en sus habitaciones en un hotel de la Ciudad de México. Comen en el restaurante del hotel, se hacen chequeos médicos regulares y hacen llamadas a casa.
La agencia de inmigración mexicana cubre los costos diarios y la atención médica de los sobrevivientes del incendio que mató a 40 migrantes.
Los defensores lo llaman un conflicto de intereses para una agencia cuyos funcionarios ahora enfrentan cargos criminales, que incluyen negligencia e incluso homicidio, en el peor incendio del centro de detención de migrantes de México.
Antes del incendio, algunos migrantes contrajeron grandes deudas con los contrabandistas que debían llevarlos a Estados Unidos, donde se suponía que comenzarían a trabajar de inmediato para pagar las deudas y mantener a sus familias.
Los sobrevivientes del incendio del 27 de marzo ahora se sienten atrapados, sin dinero para mudarse. Buscar asilo en EEUU es un proceso largo, pero los migrantes dicen que ninguno de ellos quiere regresar a casa. Tienen visas humanitarias de México, aunque sus lesiones no les permiten trabajar.
El incendio en Ciudad Juárez que cambió sus vidas
Entre los ocho sobrevivientes se encuentra un exguardia de seguridad guatemalteco de 25 años. Pidió el anonimato porque teme que el gobierno mexicano pueda cortar su asistencia. Había sido detenido por agentes de inmigración tan pronto como llegó a Ciudad Juárez el día del incendio.
Apiñados en una gran celda de detención con docenas de personas más, un pequeño grupo de migrantes comenzó a protestar por las condiciones. Dos de ellos fueron acusados de encender los colchones de espuma altamente inflamables en la celda. El video de seguridad mostró cómo el área se llenó de humo espeso en cuestión de segundos.
A pesar de sus gritos de ayuda, los guardias huyeron y nadie abrió la celda. Las autoridades también han presentado cargos penales contra funcionarios mexicanos y un guardia de seguridad privado por su participación en el caso.
“Parecía sacado de una película”, dijo el joven guatemalteco, con una máscara que cubría parte de su rostro quemado y vendajes envueltos alrededor de su antebrazo derecho. Su mano fue amputada. “De un momento a otro tu vida estaba cambiando”, dijo.
El joven trató de escapar del humo y las llamas con otros migrantes en el baño. El chorrito de agua de la ducha no les permitía llenar ni un balde para apagar el fuego. Solo logró mojar su camisa antes de ver el techo incendiarse y sentir las llamas tocar su rostro.